'El Gordo' de Las Edades del Hombre

Pablo Álvarez / Valladolid
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Las localidades que han acogido la exposición de arte religioso en los últimos años reconocen un antes y un después para su sector turístico, que las sitúa en el mapa nacional asociado a una marca que es referente de calidad


La exposición de las Edades del Hombre es al turismo de una ciudad lo que ‘El Gordo’ de la Lotería de la Navidad a una persona: no le convierte en multimillonario pero el premio sirve para «tapar agujeros» y afrontar el futuro con otra cara. Las últimas sedes coinciden en que su actividad turística ha experimentado un antes y un después de albergar la muestra y algunas incluso cinco años más tarde aún recogen los frutos de aquel premio. Toro tiene este año la oportunidad de comprobarlo.

«Las Edades del Hombre es un escaparate privilegiado para el turismo de una ciudad», apunta el alcalde de Medina de Rioseco, Artemio Domínguez, que compartió sede con Medina del Campo en la nueva etapa donde la muestra se acerca más al mundo rural y permite descubrir a los turistas esos otros tesoros alejados muchas veces de los focos de los grandes circuitos. «La gente que nos visitó se sorprendió y regresa después», apuntó, aunque reconoce que como aquel 2011 no se ha repetido.

El alcalde de Arévalo, Vidal Galicia, lo corrobora. «Mucha gente vino a nuestra ciudad atraída por la muestra y descubrió que tenía muchos atractivos más por eso, al cabo de un tiempo deciden repetir y lo recomiendan a sus amigos. Eso aún hoy se nota», relata tres años después de resultar elegida como sede.

La exposición requiere de un periodo largo para verla, con un mínimo de dos o tres horas, que impide conocer la ciudad que la alberga pero si el paseo causa sensación al visitante, regresa, como opina la alcaldesa de Aranda de Duero, Raquel González. «Muchos nos descubrieron, no sólo a la ciudad también a la comarca y regresan para disfrutarla con más tiempo», añade.

Para los municipios que albergan una sede en esta nueva etapa más pegada al mundo rural, la proyección que da ligar su nombre al de una marca tan reconocida y ligada a la excelencia y la calidad «no está pagado con dinero». «Te puedes gastar todo lo que quieras en campañas de promoción pero nunca tendrán el impacto que tiene ligar tu ciudad con las Edades del Hombre. Eso queda para siempre», resume Artemio Domínguez.

El impacto es «inversamente proporcional al tamaño de la ciudad que acoge la exposición». Cuanto más pequeña, la revolución es mayor, como reconoce la concejala de Cultura de Oña, Berta Tricio, que fue sede de las Edades de 2012. En su localidad, de los tres negocios que abrieron con motivo de la muestra, un hotel rural con restaurante, una tienda y un restaurante, mantiene vivos los dos primeros, «con lo que supone para los vecinos». «No son lo mismo 175.000 turistas en una ciudad de 300.000 habitantes que en una localidad de mil», resume.

Las localidades a las que ha llegado en el último lustro ya tenían su pasado turístico. No nacen de la nada. «Oña ya era tenía su prestigio antes de Las Edades», recuerda Berta Tricio, «pero la celebración de la exposición hacer que mucha gentes se percate de ello y quiera volver».

A la sombra de Las Edades surgen negocios dirigidos a los turistas que se suman a la oferta de la que ya disponen. Algunos tienen fecha de caducidad idéntica a la clausura de la muestra, otros en cambio persisten. Entre estos últimos se encuentran establecimientos ligados a la hostelería. Entre los primeros, comercios de productos tradicionales.

Durante estos últimos años, la muestra ha permitido a algunos negocios ‘de toda la vida’ soportar los envites de la crisis con mejor perspectiva dado el aumento del consumo que va ligado también a un aumento del número de visitantes. «En Arévalo, muchos establecimientos sobrellevaron mejor ese duro año de crisis gracias a Las Edades», recuerda el alcalde.

La sede de la exposición también llega acompañada de una serie de apoyos de las administraciones para preparar los municipios para la llegada masiva de turistas y lavados de cara en modo de urbanización de calles o rehabilitación  de iglesias que también quedan para el futuro, tal y como reconocen los responsables políticos y culturales de localidades que las acogieron.

Y al margen de lo material, algunos recuerdan la implicación de los propios vecinos que participaron como voluntarios para ejercer de guías por sus propios pueblos, que es difícil de cuantificar. «Tengo una fotografía de esos voluntarios en mi despacho que guardo con mucho cariño por todo lo que hicieron», recuerda la alcaldesa de Aranda.