El poder de la imagen

Carlos Cuesta (SPC)
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Dura, pero real como la vida es la instantánea ganadora de este año de los prestigiosos galardones, que muestra la cruda situación de los refugiados que huyen de la guerra

 
La mayor parte de las veces, la vida pasa ante nuestros ojos con total indiferencia. No importa la magnitud que tenga una tragedia mientras vemos un telediario, o leemos un periódico, ni el grado de felicidad que pueda aportar un solo instante cuando sentimos la alegría de una sencilla sonrisa a nuestro lado. Afortunadamente, hay personas con una sensibilidad especial que intentan que lo efímero y lo intranscendente para la mayor parte de la sociedad tenga la importancia que se merece y, sobre todo, que no caiga en el olvido y obligue al ser humano a reaccionar ante la injusticia o la falta de libertad que padecen millones de personas en todo el mundo. 
Bajo estas premisas, la Fundación World Press Photo se creó en 1955 en Amstrdam (Holanda) para dar a conocer el trabajo de reporteros gráficos que, de manera habitual, ponen todo su empeño para captar un fotograma con el que denunciar la opresión, las desigualdades o la miseria que padecen los más débiles y que los poderes fácticos pretenden ocultar de las publicaciones de mayores tiradas e influencia social. 
Desde el compromiso con la libertad de información, de investigación y de expresión, conscientes de las amenazas que supone recoger y mostrar la realidad en ciertos lugares del planeta, esta organización sin ánimo de lucro muestra cada año el trabajo de los profesionales de la información que han estado en el momento y el lugar adecuado para captar ese pequeño trozo de realidad. 
El World Press Photo es el premio más prestigioso del fotoperiodismo a nivel internacional. En 2016, ha recibido 82.951 fotografías, cada una con una historia, de 5.775 periodistas gráficos de 128 países. 
La crudeza que muestran muchas de estas instantáneas las condena, en la mayoría de las ocasiones, al olvido y al anonimato de no ser nunca publicadas por considerarlas demasiado dolorosas y angustiosas. Así, por ejemplo, comenta el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado que se aventuró en Etiopía en un proyecto con Médicos sin Fronteras (MSF) y la mayoría de las revistas americanas a las que ofreció sus imágenes las rechazaron por su carga emotiva y provocadora hasta que algunos críticos las consideraron demasiado hermosas, reconociendo que tocaban la fibra del ser humano y que contemplarlas sensibilizaba y motivaba a la sociedad, por lo que decidieron incluirlas en dos volúmenes que se venden en beneficio de MSF.
Algo muy similar le ocurrió a James Nachtwey, otro reportero, que trabaja en África y que reconoce que las imágenes impactantes de las víctimas de hambrunas que se publicaron en la mayor parte de los rotativos con una temática bélica y de miserias han ayudado a aumentar la conciencia social y a recaudar fondos para los esfuerzos de socorro que han provocado estas catástrofes durante las últimas décadas. Así, en 2009, David Chancellor fotografió cómo los habitantes hambrientos de un poblado de Zimbadwe redujeron a la nada, con una gran rapidez voracidad, un enorme cuerpo de un elefante que había muerto en la selva.
 
Actualidad desgarradora. La imagen del fotógrafo australiano Warren Richardson ha sido la fotografía ganadora de este año en la 59 edición de World Press Photo 2016, en la categoría Noticias de Actualidad. Se trata de un original presentado en blanco y negro que muestra a un hombre pasando a un bebé a través de la valla de alambre de espino en Roeszke, en la frontera entre Serbia y Hungría, el 28 de agosto de 2015. «Yo estaba en el lado serbio, donde casi no había Policía, apenas un coche y no estaban hacían nada por evitar las entradas. Los refugiados podían tener problemas en el lado húngaro si se encontraban con los guardias fronterizos», ha explicado Richardson. 
La foto, continúa el reportero, está tomada de noche y sin flash, porque si la hubiera hecho utilizando luz los Gendarmes habrían venido a detener a esta familia sin recursos que tan solo busca una vida mejor. Richardson mandó la imagen a varias agencias de noticias, pero ese verano ninguna quiso comprársela. «La subí a Facebook y unas 29 personas le dieron al botón me gusta, eso es todo», concluía, mientras se encogía de hombros con su relato.