Valín: «Ser un técnico aporta dosis de realismo a la gestión pública»

L.M.T-D.R.F. (Ical)
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José Valín - Foto: Ical

José Valín (Villalón de Campos, Valladolid, 1948), ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, se ha jubilado a los 66 años tras una trayectoria profesional de más de 43. En su característico tono pausado y reflexivo, Valín repasa su paso por la política, siempre con un espíritu conciliador, moderado y reflexivo, sin pretensiones de cambios radicales. Recuerda que regresó a la Comunidad porque trabajando fuera se sentía «algo mercenario». Advierte de que el principal problema que afronta la Comunidad es la despoblación y apuesta por fórmulas mixtas que permitan que entre aire nuevo en los partidos políticos. 
 
¿Cuáles son sus sentimientos tras abandonar la gestión pública tras casi 30 años con cargos de responsabilidad política?
Tengo una sensación muy clara de haber tenido suerte en la vida profesional. Una segunda sensación es un poco de vértigo, porque todo mi bagaje acumulado deja de servir y no lo podré utilizar nunca. Estoy convencido de que esa sensación la tiene cualquier jubilado. La tercera sensación es qué puedo hacer ahora mismo para ser útil y esa es la búsqueda en la que estoy en estos momentos. 
 
¿Y si le intentan repescar para el mundo político?
Nunca se puede decir de este agua no beberé, pero tengo 66 años y personalmente creo que se me ha pasado el tiempo. 
 
El socialista Jesús Quijano afirma que a la política es fácil llegar, pero que lo complicado es marcharse...
En buena medida sí. Entiendo lo que dice Jesús Quijano y lo comparto. La política tiene que ser por inmersión, hay que meterse y vivirla. Es muy absorbente y hace que la mayor parte de la gente se vea inmersa, y salir es hacerlo de un modo de vida.
 
¿Cómo dar ese paso ‘liberador’ con la facilidad que usted lo ha dado?
El político debe hacer un esfuerzo por relativizar su papel, por saber que hay vida fuera de la política, por tener una profesión y tener otras cosas que hacer después de este tiempo. En la política sólo se debería estar un cierto tiempo. Debería ser normal que uno pueda volver a su vida de ciudadano, con su trabajo, con su familia y sus aficiones, pasadas tres legislaturas, en las que uno ha podido entregar lo que da de sí al mundo de la representación pública. 
 
¿Qué entiende por política desde su experiencia personal?
Hay muchas formas de ver la política. Yo soy un técnico metido en la política por casualidad. Entré en la gestión de lo público sin militar en ningún partido y como un profesional, porque me lo pidió un amigo, Isaías García Monje. Ser un técnico metido en la política aporta a la gestión de lo público una dosis de realismo y de análisis desde fuera de la propia política de los temas. La otra gran línea para entrar en política es la de la representación pública, del sentir de la sociedad. Son personas con una mayor ambición y que pueden aportar una mejor estructuración de lo que son las prioridades públicas. Yo soy de la primera línea, y nunca me he presentado a una elección, ni he vinculado mi forma de hacer las cosas a la representación pública. Entiendo que las dos son formas absolutamente lícitas, tienen que existir. Para los partidos es fundamental disponer de personas de un ámbito y de otro.  
 
¿Le ha quedado alguna espina clavada, la realidad se ha impuesto a sus sueños?
Nunca tuve sueños en la política. No me vi mucho como político y nunca como líder. Sinsabores, qué duda cabe, pero no me han afectado especialmente las confrontaciones internas. He tenido la suerte de haber tenido una serie de personas a las que he valorado mucho en el ámbito de lo político, y otras de las que realmente considero que son bastante poco dignas de recuerdo, y no las recuerdo.
 
¿Qué ha aprendido de las batallas internas del partido?
Yo participé apoyando una determinada opción y aprendí que cualquier batalla política debe meditarse y prepararse muy bien. También, en eso hace falta profesionalidad. 
 
¿Es preciso que se produzca una regeneración interna de los partidos políticos con fórmulas para la elección de los dirigentes y candidatos como las primarias?
Lo que debería de haber es un cierto sentido común. Creo que la estructura de los partidos tiene en España demasiada dimensión, demasiado peso. Debe haber una serie de opciones para que las personas, con una serie de capacidades, con sangre nueva, puedan entrar. Yo iría por un sistema mixto como existe en algunos países, con un mecanismo o con otro que permita que determinadas opciones, puedan estar ahí. No aspiro a cambios dramáticos. 
 
¿Cómo valora la irrupción de Podemos en al panorama político español?
No me gusta opinar de organizaciones, veremos cómo se estructura y qué programa elabora, pero ya se han dicho cosas que no son calificables. Ojito con los planteamientos de aquellos que creen que el dinero es de goma, se pueden incumplir las normas económicas, y seguir viviendo bien. Cuando hay gente que plantea cosas que pueden hacer que mi pensión peligre o que se pueda acabar con el dinero para el paro, se me ponen los pelos de punta.
 
Usted ha pasado como funcionario o cargo político por cuatro presidentes de la Comunidad. ¿Qué opinión le merecen?
Estuve de funcionario con Aznar, llegue en el 88, cuando tomó posesión en minoría. Luego estuve con Jesús Posada, que fue mi consejero inicialmente, y luego llegó a presidente. Luego con Juanjo Lucas, y luego con Juan Vicente Herrera. Son todos ellos personas que creo que han tenido un nivel importante. 
 
Ha vivido usted desde dentro de la vida pública la mayor parte de la historia de la Comunidad. ¿Con qué etapa se queda?
Quitando la etapa de Demetrio Madrid, lo he vivido todo, y valoraría los cinco-siete primeros años de la autonomía, en el esfuerzo que se hizo por coser la Comunidad. Fue una etapa de gran ilusión por hacer de ésta una Comunidad unida, moderna, y con ilusión y esperanzas. Esa es la etapa que más valoro de mi vida personal. Y no fue en la que yo fui consejero. 
 
¿Qué percepción tiene en estos momentos de la realidad de Castilla y León?
Esta Comunidad tiene un problema fundamental, que es el de la población. Crisis y población son los dos problemas que tiene el momento actual. El problema de la despoblación es muy grave y todos debería reflexionar mucho y trabajar en líneas de verdad serias, que exigirían unidad de todas las grandes fuerzas políticas regionales, para asumir decisiones, que sin lugar a dudas serían muy difíciles. Exige decisiones valientes.
 
¿Dónde radica el origen de este grave problema?
Estamos digiriendo todo lo que ha supuesto, desde el último tercio del siglo XX hasta ahora, la tecnificación de la agricultura. El sector cada vez produce más con menos gente, y se puede estar viviendo en Valladolid, y cultivar en Villalón de Campos. Cuanto más se modernice, menos gente habrá dedicada a la agricultura y a los pueblos que viven exclusivamente de este sector. 
 
Pero el discurso actual es la apuesta por la incorporación de jóvenes al sector...
El sector no va a incrementar su población activa en el futuro, se haga lo que se haga. Cuando más se modernice, habrá menos gente activa. Lo que hace falta es el desarrollo de elementos propios del sector servicios vinculados al sector agrario, herramientas de comercialización, tecnología, maquinaria, fertilizantes.... Eso solo se puede hacer con empresas grandes y serias. Eso es lo que generará empleo.
 
¿Qué soluciones territoriales plantea desde su experiencia como hombre de campo?
Hay que prestar servicios a la gente y hay que potenciar los núcleos de cabecera y no hay más historias, todo lo demás son elucubraciones. Hay que potenciar núcleos comarcales de cabecera, como referentes en la prestación de servicios. Los políticos deben primero hacer un buen diagnóstico, y que nadie piense que por tener mucha presencia pública en determinados sitios la cosa se va a resolver. Para que la sociedad vuelva a tener en el medio rural un asentamiento con futuro, se debe producir una apuesta clarísima por el desarrollo de actividades vinculadas al sector servicios y la industria, con prioridad en los núcleos de cabecera.