La huella de la vida

M.R.I
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El documental 'Viví en un palacio', dirigido por Arturo Dueñas, recoge los testimonios de varios internos de Orfanato provincial, reconvertido actualmente en la Biblioteca Pública de Valladolid

Cada vida da para una película, aunque el realizador vallisoletano Arturo Dueñas ha tenido que condensar en un documental de media hora la entrañable historia de cinco internos del antiguo Orfanato provincial, ahora reconvertido en la Biblioteca Pública de Valladolid, en la plaza de la Trinidad. Un audiovisual que vuelve la mirada a las vivencias de unos niños, hoy ya abuelos, que vivieron en este antiguo palacete. El testimonio de cinco de ellos, que por circunstancias familiares muy difíciles tuvieron que hacer de este edificio señorial su casa, abre la puerta a conocer toda la historia y los secretos del Palacio del Conde Duque de Benavente, que se construyó en 1516.

Los protagonistas del documental ‘Viví en un palacio’ recorren casi medio siglo después de haber salido del «colegio», como ellos lo llaman, las distintas salas de lo que hoy es la Biblioteca de Valladolid. Antes fueron sus dormitorios, el comedor, los talleres, las escaleras y pasillos por los que jugaban, y la capilla donde acudían a misa todos los días. Y esos recuerdos se agolpan ahora en su cabeza. «Tenía 7 años. La primera aventura, nada más llegar, fue ver a los que iban a ser mis compañeros en el patio. Tenía miedo en el alma», explica Andrés Serrano (68 años), que entró en 1950.

Miedo también recuerda Antonio Alaejos (74 años), que entró, en 1951, con 7 años y con sus dos hermanos, uno de 5, que fue a la inclusa, y otro de 9. «Estaba asustado porque al llegar al patio todos los niños se arremolinaron y nos arrinconaron en una esquina», recuerda. Un ingreso que también resulto traumático para Jesús Medrano (68 años), que llegó con 8 años porque se quedó sin madre, y su padre no podían atender a los cuatro hermanos. «No me acuerdo de mucho, pero sí del pánico que sentí».

Sin embargo, casi medio siglo después su recuerdo del «colegio» es positivo y de agradecimiento porque «nos dieron estudios y opciones para tener una vida mejor», coinciden los tres excompañeros y amigos. Y es que la estancia en el antiguo Orfanato Provincial creó vínculos casi tan fuertes como los de la sangre. «La nostalgia de  la familia la suplíamos con el cariño de los compañeros. Todos son para mí como hermanos», apunta Antonio. De hecho, han conseguido mantener fija la cita para reunirse cada dos años y no perder el contacto. Así se ponen al día de sus vidas, aunque se mantienen comunicados por las redes sociales y el correo electrónico. «Normalmente nos reunimos unas 70 personas, aunque hemos llegado alguna vez al centenar», apuntan.

Unos encuentros a los que no acuden algunos de sus compañeros, que no guardan «buen recuerdo» de su paso por el «colegio» y no quieren saber nada de esa etapa de su vida. «De hecho, algunos ni siquiera quieren pasar por esta calle o entrar en el edificio para conocer cómo es ahora», apuntan.Por contra, la curiosidad de uno de ellos, que no pudo acudir a la cita con El Día de Valladolid, fue la que puso en marcha la idea que rondaba desde hace tiempo en la cabeza de Luis González Palacios, Director de la Biblioteca de Valladolid, de montar una exposición y rodar un documental sobre la historia del palacio.

La idea. La visita de Miguel Vicente (69 años) para conocer las remodeladas instalaciones sirvió para poner en contacto al bibliotecario con los antiguos inquilinos. «Vinieron un domingo por la mañana a visitar la biblioteca y nos contaron sus recuerdos. Con las fotos antiguas, que teníamos, fueron ubicando las estancias. Y a partir de ese momento se ideó la exposición», explica González Palacios. El director de la biblioteca tuvo claro desde el principio que contaría con Arturo Dueñas para grabar el documental porque el realizador ha colaborado en diversas ocasiones con la institución y en el club de cine. 

En esa visita se rodó la cinta en el que participa también Miguel Vicente, que relata que tiene grabada en su memoria la fecha de entrada al coelgio: el 3 de junio de 1961. Llegó con su hermano pequeño, y recalca que la primera sensación fue de tristeza porque salía del ambiente familiar. «Lloraba pensando que no sabía  cuando saldría de allí», explica en el audiovisual. Salió en 1970.Una historia similar es la de Lourdes Pascual, la única mujer que accedió a contar a la cámara sus recuerdos. Pascual entró con casi 7 años y salió del «colegio» cuando se casó. En ‘Viví en un palacio’ explica que era un «centro interno permanente» porque había niños que no tenían quién los sacara de allí, aunque matiza que no era una cárcel. 

En el paseo visual por los recuerdos de estos pequeños, que durante este mes se proyecta en varias sesiones en la propia biblioteca, se detalla que la inclusa y el colegio estaban separados. El grupo explica que los dormitorios eran «una sala muy grande, con camas a ambos lados» y que las monjas los acostaban y despedían con una oración.

Historia. Los pasillos inmensos del palacio están hoy llenos de baldas con libros, pero ellos no tienen ninguna duda sobre qué había en esos mismos espacios hasta la década de los 70, cuando parte del edificio se vino abajo y les trasladaron al Colegio de los Padres Redentoristas (actual colegio Juan de Austria en Laguna de Duero». De hecho, Arturo Dueñas comenta que la casualidad ha querido que él estudiará en ese colegio y que estaba interno allí cuando llegaron parte de los niños del Orfanato. «No coincidíamos, pero compartíamos cocinera: Sor Felicitas», detalla. «Personalmente me hico ilusión afrontar este reto porque era como volver a mi infancia», asegura.

El realizador confiesa que trabajar con los recuerdos de los exalumnos no fue fácil y decidió organizarlos por sus vivencias diarias. «Un día normal nos levantaban a las 7 de la mañana. Nos bajaban a lavar y, después, en fila nos llevaban a misa. Primero los chicos y luego las chicas. Y ya después podíamos ir a desayunar», explican. Todos reconocen que la «vida no era cómoda porque había mucha disciplina».

A sus recuerdos vuelven días especiales, como el de la Primera Comunión. «Ese día te ponían para desayunar chocolate y no café con leche como al resto», apuntan. En la rutina diaria, después del desayuno, llegaba la hora de estudiar, unos, y de ir a los talleres ocupacionales, otros. «Los de más de 14 años iban a estos talleres para aprender un oficio, pero también se podía seguir estudiando», relatan. De hecho, coinciden en agradecer a la institución la «oportunidad» que les dio para formarse y poder encauzar sus vidas.

Días de fiesta. Por la tarde apuntan que tenían una hora, más o menos, de asueto, que gastaban en un patio «muy grande» que tenía el colegio y que ya no existe. «Unos jugaban a las chapas, otros a las canicas y otros al fútbol», detallan. En esa rutina diaria también se incluía rezar el rosario antes de cenar.

Entre el material que se ha recuperado para el documental, y para la exposición  ‘Vidas: el palacio, la casa, la biblioteca’, están fotos que reflejan como los domingos, en grupo y en fila de a dos, iban al cine del Frente de Juventudes, en la calle Muro. También hay instantáneas de la celebración, el 13 de junio, de la festividad de San Antonio, que alargaban durante dos días. En la muestra se puede ver cómo eran la enfermería, las aulas, el taller de carpintería, el taller de alfombras, la iglesia, los patios… o las hojas del libro de registro que incluían número de filiación de cada niño y trayectoria vital de ingreso, lactancia interna y externa, curiosidades sobre las nodrizas, medidas higiénicas, etc. «Las cunas de la inclusa estaban en la actual sala de investigadores», apuntan.

De este colegio han salido bastantes matrimonios, incluido el de Andrés Serrano, que matiza que fue el último que se celebró en su iglesia. Aunque señalan que los monjas no se lo ponían fácil porque no permitían que se «juntaran» los niños y la niñas, aunque se las ingeniaban para pasarse notas a escondidas.

Un recorrido por un palacio que acogió reyes, que luego se convirtió en Orfanato y  en la casa de unos chicos que hoy la recuerdan con mucho cariño convertida en una biblioteca de referencia en la ciudad.