Valladolid estrenó El Quijote

M. Rodríguez
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Cervantes consiguió el 26 de septiembre de 1604 el privilegio real para la impresión del libro, que vendió en exclusiva sus primeros ejemplares a finales de diciembre

Valladolid dejó huella en la vida y obra de Miguel de Cervantes. Un rastro que hasta el momento estaba un tanto desvirtuado por el protagonismo de otras ciudades como Alcalá de Henares, Madrid y Sevilla, pero que con motivo del cuarto centenario de su muerte, que justo ayer se conmemoraba a nivel internacional, se pretende reivindicar con un amplio abanico de eventos y homenajes.

El autor de Don Quijote de la Mancha residió en la capital en dos periodos muy distintos de su vida, dos momentos que los investigadores consideran «claves». Tanto que aquí consiguió del Consejo de Castilla, el 26 de septiembre de 1604, el privilegio real para vender el que con los años se ha convertido en el libro más vendido del mundo, solo superado por la Biblia.

Una vez expedida la tasa, se imprimieron en el taller de Luis Sánchez decenas de ejemplares que su editor había llevado allí para poder venderlos en la capital y para los compromisos protocolarios. «Al parecer, fue en Valladolid donde se vendieron, poco antes de Nochebuena, los primeros ejemplares del libro, en tanto que los madrileños tuvieron que esperar al día de Reyes de 1605 para comprarlo», explica en un artículo sobre Cervantes y Valladolid, el catedrático de Literatura Española, Jean Canavaggio. Una venta en exclusiva que se omitió en la fecha que figuró en la portada, que fue siempre la de 1605.

Las investigaciones sobre la vida y obra de Cervantes llevan también a los estudiosos a conectar las dos estancias del escritor «con el ambiente vallisoletano en el cual se sitúa, parcial o totalmente la acción de tres de su novelas». En concreto, El licenciado Vidriera, El casamiento engañoso y El coloquio de los perros pudieron nacer a orillas de Pisuerga y fijan parte de su relato por las calles de la capital.

La familia de Cervantes se trasladó a Valladolid en abril de 1551 y aquí residió hasta 1553. En esta primera etapa vallisoletana se instalaron en el piso bajo «de una amplia casa de barrio de Sancti Spiritus», actual paseo de Zorrilla. En ese momento, las calles, según describe Jean Canavaggio, «eran renombradas por el lujo de sus tiendas». Un ambiente que sintetiza un viajero holandés como «de pícaros, putas, pleytos, polvos, piedras, puercos, perros, piojos y pulgas» y que según el hispanista francés «resume bastante bien la impresión que debió de causar al recién llegado».

En este ambiente, la familia del escritor vivió desventuras como el encarcelamiento de su padre por deudas. «En la vida azarosa del futuro autor de El Quijote, este episodio vallisoletano fue el primero de los muchos ‘trabajos’ que iba a conocer hasta sus últimos momentos», tal como recuerda el hispanista. Después, Cervantes volvió a Valladolid en 1604, cuando se convirtió en sede de la Corte, y aquí estuvo hasta 1606. Durante esta segunda estancia el manco de Lepanto coincidió, entre otros, con los escritores Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, Luis Vélez de Guevara y Tomás Gracián Dantisco.

La ciudad había cambiado mucho respecto a su anterior estancia por el incendió que la asoló en 1561, lo que motivó que se reconstruyera bajo las reglas de urbanismo moderno. El escritor optó por instalarse en un suburbio, muy próxima al cauce del río Esgueva, alquilando un alojamiento en una casa de dos pisos, próxima al Rastro de los carneros. Con él llegaron sus hermanas Andrea y Magdalena, su hija Isabel, su sobrina Constanza y la criada María de Ceballos. Una vivienda que se mantiene intacta hoy en día y que es la sede de la Casa Museo Cervantes. Aquí escribió el prólogo y las poesías preliminares de El Quijote, y también dedicó mucho tiempo a la búsqueda de un mecenas que apoyara su labor creativa. Lo encontró en la persona del duque de Béjar, al que le dedicó la primera parte de su universal obra.

En esta casa celebró el éxito de ventas «inmediato» de las aventuras del caballero manchego. Algo que pudo comprobar el día del Corpus, según relatan las crónicas del momento, cuando vio desfilar por las calles de Valladolid mascaradas que daban a conocer a los que no sabían leer las figuras del caballero y su ayudante. «Apareció un don Quijote que iba en primer término como aventurero, solo y sin compañía, con un sombrero grande en la cabeza y una capa de bayeta y mangas de lo mismo, unos calzones de velludo y unas buenas botas con espuelas de pico de pardal, batiendo las ijadas de un pobre cuartago rucio con una matadura en el borde del lomo, producida por las guarniciones del coche y una silla de cochero, y Sancho Panza, su escudero, delante. Llevaba unos anteojos para mayor autoridad y bien puestos, y la barba levantada», como relata el cronista de la época, Pinhero da Veiga.

 Pero pocos días después, también se vio en vuelto en asuntos oscuros y fue encarcelado. Y es que en la noche del 27 de junio de 1605, cerca de la casa de la calle Rastro, don Gaspar de Ezpeleta, caballero de la Orden de Santiago, fue gravemente herido por un desconocido y murió dos días más tarde. Las investigaciones confirman que el herido pidió auxilio y fue socorrido por los vecinos, entre ellos Miguel de Cervantes. «Se tomaron testimonios en el lugar de los hechos, y el alcalde Villarroel detuvo a varios de ellos, entre los que se encontraba el escritor. Una vez esclarecido el suceso, Cervantes y el resto de los vecinos fueron puestos en libertad», tal como relata Vanessa Pollán, responsable de la Casa Museo.

Este proceso con toda la documentación relativa a los testimonios quedó archivado. A finales del siglo XVIII fue descubierta, facilitando más tarde la identificación de la casa en la que había vivido el escritor.

 

Esto permitió que en 1875 se estableciera en ella la sociedad artística y literaria ‘La Casa de Cervantes’, que permaneció allí hasta 1881. Después, en 1912, Alfonso XIII compró la casa, que luego pasó a ser gestionada por Archer Huntington, fundador de The Hispanic Society of America, con la intención de crear allí una biblioteca y un museo. Una obra que se materializa en 1916 cuando se abre la Biblioteca Popular y Cervantina. Por último, en 1948 tras el legado al Estado de las fundaciones y donaciones del marqués de la Vega Inclán, se abre el Museo dedicado a Miguel de Cervantes.

Un museo que ha duplicado este año un doscientos por cien sus visitas y que espera superar esta cifra dado el interés que está despertando tanto entre los vallisoletanos como entre los turistas, tal como destaca Pollán. «Es la única casa auténtica que queda en pie porque la de Alcalá fue reconstruida. Y se ha ambientado tomando como referencia documentos familiares», explica la responsable del centro.

Referencias a Valladolid. De Valladolid hay más huellas en la obra del escritor. En El licenciado Vidriera se reflejan sus paseos por tiendas, plazas, calles y esquinas «sin nombrar» y se menciona la acera de San Francisco. En El casamiento engañoso y El coloquio de los perros aparecen referencias al Hospital de la Resurrección, próximo a la casa del escritor. Allí también se sitúa el coloquio de Cipión y Berganza. Yen La Galatea, tal como aparece en un placa en el Puente Mayor, se cita al río Pisuerga.