El Cuarteto de Diálogo Nacional de Túnez fue galardonado ayer con el Premio Nobel de la Paz 2015 «por su decisiva contribución a crear una democracia plural en el país africano tras la Revolución de los Jazmines en 2011 y evitar que cayera en una guerra civil», según anunció en Oslo el Comité.
Con el reconocimiento, el jurado pretende seguir apoyando el proceso de democratización del Estado norteafricano que, pese a algunos reveses, sigue siendo considerado modelo para los que vivieron las Primaveras Árabes.
El grupo, integrado por la presidenta de la patronal de empresarios UTICA, Wided Bouchamaoui; el Secretario General de la Unión General del Trabajo (UGTT), Houcine Abassi; el dirigente de la Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTD), Abdessattar ben Mouss; y el líder de la Asociación Nacional de Abogados, Mohamed Mahmoud Fadhel; se creó en el verano de 2013, cuando el proceso de democratización del país se encontraba en peligro de colapsar tras el asesinato de varios políticos del país que desató disturbios sociales.
Entonces, por iniciativa del sindicato UGTT comenzó un «diálogo nacional» a partir del cual se creó un Gobierno de transición integrado exclusivamente por expertos independientes. La organización «estableció un proceso político pacífico y alternativo en un momento que el país estaba al borde de la guerra civil», destacó la organización.
Así, se convirtió en un «instrumento para posibilitar que Túnez, en el espacio de unos años, estableciera un sistema constitucional de gobierno garantizando los derechos fundamentales de toda la población, sin importar el género, las convicciones políticas o creencias religiosas», añadió.
«Hemos recibido premios internacionales pero nunca habíamos soñado con el Nobel de la Paz», destacó Chokri Dhouibi, miembro de la cúpula de la Liga Tunecina de Derechos Humanos.
La Primavera Árabe comenzó en el país entre finales de 2010 y comienzos de 2011, cuando fue derrocado su líder Zine el Abidine Ben Ali, pero rápidamente se expandió a otros territorios del norte de África y Oriente Próximo, en muchos de los cuales la lucha por la democracia y los derechos fundamentales se ha estancado y ha sufrido fuertes golpes. «Túnez, sin embargo, ha visto una transición democrática basada en una vibrante sociedad civil que exige respeto a los derechos humanos fundamentales», destacó el comité.
Por su parte, el presidente Beji Caid Essibsi consideró que la distinción «refuerza el método del diálogo» que ha adoptado el país.
Ahora, Túnez enfrenta muchos otros desafíos políticos, económicos y de seguridad y el Comité Nobel manifestó su esperanza de que el galardón contribuya a garantizar el camino democrático y pueda «ser ejemplo para quienes desean trabajar por los procesos de paz» en Oriente Próximo, el norte de África y el resto del mundo, aseveró la presidenta del comité, Kaci Kullmann Five. «Ningún país es igual, pero esperamos que los valores en los procesos que han funcionado en Túnez puedan servir de inspiración», apuntó.
Kullmann Five afirmó no saber quién recogerá el premio y señaló que el comité «no ha tenido contacto telefónico con ellos».
850.000 euros. El Nobel de la Paz, dotado con unos 850.000 euros, será entregado el próximo 10 de diciembre en Oslo, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Alfred Nobel.
El año pasado el premio fue para Malala Yousafzai y el indio Kailash Satyarthi por su lucha para evitar la explotación de niños y en favor del derecho a la educación. Ambos felicitaron al grupo que les tomó el relevo: «Gracias por su compromiso en la protección de la democracia», destacó Malala.
Pese a que Túnez cuenta ahora con una Constitución y un Gobierno, los ingentes problemas económicos y sociales no están solucionados: más del 15 por ciento de los 11 millones de habitantes están desempleados. Otro gran reto es el terrorismo y la amenaza islamista.