La piedra del milagro

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La ruta del fin de semana por Vega de Ruiponce

La piedra del milagro

El Araduey es el río de las llanuras terracampinas, un cauce insignificante que marca su paso a menudo inadvertido abrochando su nombre al del valle que recorre: Valderaduey. En este caso, la hidronimia no engaña: si Araduey significa valle ancho, la amplitud de su cuenca hace justicia al nombre. Los primeros pueblos de Valladolid parecen haberle tomado miedo a sus avenidas estacionales y asientan las casas en el oleaje terroso de las lomas. No se trata sólo de un temor ancestral. Por ejemplo, aguas debajo de Vega, Castroponce tiene su caserío dividido en dos bloques distantes y muy diferentes. Uno, con la iglesia y los muñones de tapial de su fortaleza de barro coronando el cerro, es el de siempre. El otro, arbolado, de casitas molineras y con nombres internacionales de la década prodigiosa en su callejero, es el barrio nuevo que se construyó en los sesenta para alojar a los vecinos que se quedaron sin casa por una furia imprevista del Valderaduey.  

EL FARO DE VILLACRECES. A su entrada en Valladolid, aguas arriba del valle, Santervás luce el mascarón de su templo, mientras Villacreces resume en la derrota de sus trazas la melancolía de un abandono que ya suma siete lustros. Aunque ninguna inclemencia ha conseguido doblegar el estandarte de su torre mudéjar, enhiesta en medio de los barros vencidos. Villacreces no tiene acceso desde Valladolid, sino desde Pozuelos del Rey, que es un pueblo de Palencia, y Arenillas, en León, pero el faro de su torre guía a quien busque la huella del solar devastado. Desde Pozuelos llega un camino ingenieril bien compactado, mientras desde Arenillas se acerca la senda rural que enlaza la ribera del río con la arboleda de su fuente dormida, un camino conocido tradicionalmente como la frontera de los lobos.

A lo largo del camino se impone la presencia de la torre de Villacreces dominando el horizonte. La torre tiene cuatro cuerpos, los dos bajos macizos y los superiores calados con ocho y doce ojos de campanas. Alrededor, muros vencidos que dejan adivinar el trazado de las calles, el teso de las bodegas, el ensanche de la plaza y el paraje arbolado de la fuente. En sus tiempos, Villacreces se apellidó del Río y eso animaba a los vecinos del entorno a recitarles el chiste de las tres mentiras. Porque ni es villa, ni crece, ni tiene río, decían. Ahora sus restos son llamados, en esta clave, Villamenguas.

LA CARRERA ZAMORANA. Más abajo, Cabezón de Valderaduey contempla desde su altozano el paso de la Carrera Zamorana, un camino histórico que discurre por la vera del río entre Zamora y Sahagún. Desde su orilla se aprecia la fachada de ladrillo del templo de la Asunción y la estación de agua potable para los pueblos de la zona. La ribera del Valderaduey, cuando es época de echar los reteles, ya no suele estar tan concurrida de pescadores como antes.

Desde hace unos años, Vega de Ruiponce ha convertido sus antiguas escuelas, de luminoso trazado, en centro social para la gente del pueblo. La iglesia del Salvador asoma en lo alto y en su interior luce el retablo mayor del dieciséis, una obra espléndida que se sitúa en la estela de Juan de Juni. Una reciente restauración permite apreciar la talla de los apóstoles, las escenas del Camino del Calvario y del Descendimiento, así como las imágenes de San Gregorio, San Sebastián y el Salvador, en el primer cuerpo. Sobre ellos, se articulan relieves de la Flagelación y Resurrección y esculturas de San Pedro y San Jerónimo en torno al Calvario. Rematan el retablo los bustos de David, Salomón y el Padre Eterno.

EL LUGAR DEL PRODIGIO. Junto al río, al que se llega por una pista asfaltada, un par de molinos escolta el término de un antiguo despoblado, del que apenas sobreviven un hermoso palomar y la ermita de la Vera Cruz. Allí estaba también la venta donde descansaban los trajinantes de esta ruta. Antes de llegar a la ermita, que es moderna, se ve a la izquierda un palomar hermoso en su desnudez, con el barro ya descarnado. Y unos pasos adelante, la piedra del milagro, sostenida por una trébede de ladrillo. Esta piedra misteriosa evoca el castigo a una reata de arrieros en la piel de su mejor buey de tiro. Cuenta la tradición que uno de los carreteros que recorrían la Carrera Zamorana había robado el aceite que alumbraba al Cristo de la ermita, y al reprochárselo el ermitaño, contestó que si fuera verdad, allí mismo reventara el mejor de sus bueyes. Y así fue, quedando el animal convertido en la piedra del milagro, un cuarzo que pesa media tonelada.

DATOS PRÁCTICOS

Llegar. A Vega de Ruiponce se accede desde la Nacional 601, en Becilla de Valderaduey, por la Va-931.

Comer. En Castroponce de Valderaduey, La Fortaleza (983 756 003). En Mayorga, Casa Borona (983 751 127), Santa Ana (983 751 598) y El Madrileño (983 751 039). En Becilla, Buenavista (983 746 110). En Villalón, Peña (983 740 162).

Turismo rural. En Cabezón de Valderaduey, Mirador del Duey (983 756 054). En Villanueva de la Condesa, El Rincón de doña Inés (983 756 067). En Becilla de Valderaduey, El Cantón (983 746 145). En Mayorga, El Portalón (983 751 446) y El Templo (606 799 878)