La abstención, el enemigo común

Pablo Álvarez
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Un 50 por ciento. Los partidos temen que por primera vez menos de la mitad del electorado vaya a votar

La abstención, el enemigo común

Después de dos años y medio sin contienda en las urnas, los grandes partidos desempolvan su maquinaria electoral de cara al 25 de mayo. La vuelta a la actividad tras parón de Semana Santa supondrá un giro de tuerca más en la intensidad de la precampaña para movilizar al electorado. Un esfuerzo en el que todas las formaciones tienen un enemigo común: la abstención. 
 
La cita del 25-M servirá de test para conocer el estado de fuerzas de cada uno de los partidos en Castilla y León. Al Partido Popular, para saber cuánto daño han hecho las políticas de recortes del Gobierno. Al PSOE, para comprobar si ha tocado ya fondo y se atisba una recuperación tras los batacazos de 2011. Y a las formaciones minoritarias, Izquierda Unida y UpyD, para analizar si consolidan su crecimiento experimentado en las últimas elecciones.
 
Todas estas incógnitas sobre la mesa se podrán despejar dentro de 35 días, pero sólo parcialmente porque la escasa participación que se prevé impedirá conseguir conclusiones firmes; aunque sí servirá de prueba para corregir o mantener determinadas líneas políticas y argumentales. 
 
El PP ha planteado el 25-M como «la primera vuelta de las elecciones de 2015». «El resultado no será concluyente porque quedará todavía un año pero pueden marcar bien claro el futuro», piensa el secretario general del Partido Popular en Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco. 
 
Para los socialistas, la baja participación puede desvirtuar el resultado. «No creo que sean unas primarias, pero sí serán indicativas de la tendencia», opina el secretario de Organización del PSOE de Castilla y León, Julián Simón.
 
Las elecciones europeas han sido tradicionalmente las de menor participación de cuantas citas con las urnas se han celebrado en Castilla y León en democracia y ha ido en aumento. En 2009 la abstención alcanzó el 48 por ciento y si se suman votos nulos y en blanco se superaría el 50%. 
 
El alto grado de desafección actual hace temer a los dirigentes autonómicos de los grandes partidos que la participación sea tan baja o incluso menor que hace cinco años. «El objetivo es que la participación supere el 50 por ciento. Pero  es un esfuerzo que tenemos que hacer todos, no sólo el PP», remarca Fernández Mañueco. 
 
Julián Simón también cree que sería aceptable una participación que ronde ese 50 por ciento, aunque reconoce que «el ideal sería alcanzar el máximo». Para ello opina que es clave transmitir a los ciudadanos la importancia que tiene Europa en el día a día de. «Cualquier tema de la vida diaria está afectado por decisiones de Bruselas».
 
Un análisis de las últimas citas electorales desvela que una mayor abstención ha estado acompañada también de un mayor grado de bipartidismo. De hecho, en las tres últimas elecciones al Parlamento Europeo, PP y PSOE han sumado más de un 85 por ciento de los votos, con el récord del 94,7 por ciento en 2004, donde la participación se quedó en un 52,3 por ciento. En 2009, ambos concentraron el 89,7% de las papeletas, con una participación del 51,5 por ciento; (la menor de toda la serie democrática).
 
Bipartidismo. Conscientes de ello, los dirigentes populares y socialistas también tratan de explotarlo de cara al 25-M, con apelaciones al voto útil, o como prefiere denominarlo Julián Simón «voto necesario».
 
«Hay dos grandes modelos, el economicista (que representaría el PP y los conservadores) y el social, con políticas pensadas en las personas y en el que estamos los socialistas y progresistas. Y sólo dos partidos podrán influir realmente en estos dos modelos», opina el secretario de Organización del PSOE regional. 
Con este razonamiento, una baja participación favorece la concentración del voto en los dos grandes. Así lo reflejan los datos hasta ahora.
 
En el exterior. La emigración es otro factor que influirá en la participación. Según los últimos datos facilitados por el Censo Electoral, en los próximos europeos hay 134.473 votantes, un 34 por ciento más que hace cinco años. Quiere decir que por número de electores hay más castellanos y leoneses en el extranjero que en las provincias de Soria (71.474), Segovia (119.055) y Ávila (133.669); y casi tantos como en Palencia (139.316).
 
Esto supone que esa ‘décima provincia’ de Castilla y León que representan los emigrantes, sería por volumen la sexta con más peso en el censo electoral. 
 
El Partido Popular parte en Castilla y León de la mayor diferencia histórica con el PSOE, con esos 26,3 puntos que les separaron en las últimas generales. Esta horquilla también comenzó a fraguarse en unos comicios europeos, justo después de las generales de 2008 donde se produjo el resultado más ajustado de las dos últimas décadas entre populares y socialistas, con sólo 7,2 puntos de distancia. 
 
Fluctuación. En los últimos 20 años, los resultados electorales de los dos grandes partidos han fluctuado de forma bien distinta. El Partido Popular a penas ha tenido grandes variaciones, solamente siete puntos de diferencia entre el máximo apoyo conseguido en las generales de 2000 que dieron la mayoría absoluta a Aznar donde llegó al 55,68%; y el mínimo lo cosechó justo en la siguiente cita, las autonómicas de 2003 con un respaldo del 48,6 por ciento de los votantes, siete puntos menos. 
 
En cambio, el PSOE se ha movido con una fluctuación de 14 puntos. Su peor cifra en Castilla y León se remonta al año 1994, unos comicios europeos en los que se quedó con un 28,7% de los votos, cifra que llegó al 42,8 por ciento en las generales de 2008, con la mayoría de Zapatero. 
 
Para encontrar la última victoria de los socialistas sobre los populares hay que remontarse 25 años en el pasado. Fue en las elecciones europeas de 1989. En ellas el PSOE aventajó en cuatro puntos al PP, 36,4 frente a un 32,3 por ciento. Desde aquella fecha la distancia a favor de los populares fue a más en todas las citas con las urnas, con independencia del Parlamento.