Los falsificadores de Huerta del Rey

A. G. Mozo
-

La Audiencia Nacional juzga al 'Colorao' y su banda por los miles de billetes falsos que fabricaron e introdujeron en el mercado en 2016 a través de bares, farmacias y los yonquis que les compraban droga. El cabecilla se enfrenta a 13 años de cárcel

Cuando la Policía le echó abajo su lucrativo negocio, Alfredo M.L. almacenaba dos kilos y medio de droga listos para salir al mercado y más de 60.000 euros falsificados para inundar de billetes la ciudad. En aquellos días previos a la Navidad de 2016, este hombre de 40 años era mucho más que uno de los principales cabecillas del clan de los Paturros, se había convertido en el líder omnipotente de una banda que desde su barrio de Huerta del Rey no solo peleaba por copar el mercado local del tráfico de drogas, aprovechándose de las horas bajas de otras zonas por los golpes policiales en Barrio España o Pajarillos, sino que había dado con otro filón en la falsificación de moneda, después de que conociese a Fidel G.P. en una noche de fiesta; entonces, el tal ‘Fifi’ pasó de ser un avezado informático a todo un maestro falsificador, tal y como se les conoce en el argot. Alfredo tenía la estructura para dar salida a los billetes y Fidel iba mejorando las copias ilícitas.

Con un par de impresoras y un ordenador, y operando desde su vivienda de Covaresa, el maestro ‘Fifi’ se encargaba de cumplir con todos los encargos de billetes que le hacía Alfredo; cobraba por ello y se olvidaba de lo que venía luego. Después era la banda de Alfredo la que iba poniendo en circulación los billetes de 10 y 20, a través de una tupida red de pasadores -en la que se cree que había menores- y mediante el método del goteo. Siempre muy poquito a poco, sin llamar la atención, con pequeñas compras en tiendas y solicitudes de cambio en farmacias y bares; un billete de diez falso se convertía en nueve euros verdaderos y el botín, pese al porcentaje para el pasador, iba creciendo. También sirvieron de correa de transmisión del dinero los yonquis a los que esta banda vendía droga.

Los orígenes del ‘Colorao’. Y todo iba viento en popa para la banda de Alfredo M.L., al que en su barrio conocen como ‘Colorao’ o ‘Rojo’ desde que se peleaba con los libros (y con todo lo demás) en el ya excolegio María de Molina. Al cumplir los 25 fue detenido en una operación antidroga y dos años después, por su implicación en el tiroteo a un portero en la discoteca La Rosaleda.

De su paso por prisión salió el germen del líder de esta banda que le seguía y le protegía, fidelizada por el poder que le daba el dinero. Cuando más de un centenar de agentes (GEO incluidos) le derrocó en diciembre de 2016, la Policía descubrió que había montado un sistema de videovigilancia en su piso y que hasta tenía a sueldo a una especie de centinela que velaba las 24 horas por su seguridad.

dos procesos judiciales. Su caída fue estrepitosa, eso sí. De la brillante Operación Escuela que rubricó la Policía hace dos años salieron dos procesos judiciales, uno por narcotráfico que todavía espera juicio en la Audiencia de Valladolid, y otro por falsificación de moneda y pertenencia a banda criminal, que será enjuiciado este lunes en Madrid, en la Audiencia Nacional, debido a que los billetes llegaron a circular por todo el país.

La Fiscalía sienta en el banquillo de los acusados a nueve personas, para las que pide un conjunto de penas que se elevan hasta los 87 años de prisión. La peor parte se la llevarían Alfredo M.L. y Fidel G.P., ya se exponen a condenas de trece años de cárcel cada uno. Nueve años se exigen para Rosa J.B. (esposa del ‘Colorao’), Antonio J.G. (el yerno, apodado ‘Borja’) y Vicente C.J. (al que llamaban ‘Piececitos’ y que era uno de los hombres de confianza del cabecilla). Ycinco años para cuatro de los presuntos pasadores de la organización, acusados solo de tenencia de moneda falsa y de pertenencia a banda criminal.