¡Silencio!, sale la procesión

Luis Amo
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¿Están reñidos los aplausos con el silencio en unas procesiones castellanas y austeras?

Gente contemplando el paso de una procesión en Valladolid. - Foto: J.Tajes

Los tiempos cambian, los sentimientos se exteriorizan más, y vuelve el debate a la Semana Santa. ¿Están reñidos los aplausos en unas procesiones castellanas y austeras como éstas? Pues para muchos sí, para otros no. La tradición semanasantera en la ciudad era de absoluto silencio y, por su puesto, respeto. Pocas palabras a media voz, a excepción de la espontaneidad infantil, y mucho mutismo hasta el punto de que era bastante habitual oír cómo algunos mandaban callar a otros para mantener ese clima de sosiego y sigilo. Un ambiente muy propio para seguir con íntima atención el paso de las cofradías, resultando de este modo el silencio tanto dentro como fuera de las filas cofrades.


Y esta corriente de pedir silencio a los presentes ha vuelto. Sin llegar a los piropos, a la exaltación de otras regiones españolas, en los últimos tiempos proliferan los aplausos, las ovaciones a algunos cristos y vírgenes, destacando en este punto a Nuestra Señora de las Angustias. Sin embargo, los propios que se arrancan con las palmas reconocen que simplemente es un gesto de felicitación a los hermanos de una cofradía, a los comisarios de un determinado paso procesional, al meterlo en un iglesia a la finalización de los desfiles. Una exteriorización de agradecimiento de la buena tarea que han desarrollado en las calles para portar a su querida imagen, a la Virgen o el Cristo por el que tanto sienten, al que tanto ruegan, al que mucho rezan. Reconocen no querer perturbar ese silencio tan de Valladolid, sino que es un sentimiento que sale del corazón.


Luego, tras la sensibilidad pública, según otros, puristas y no, los excesos. Como el caso de lo ocurrido anteanoche con la nueva modalidad de procesionar de la refundada Cofradía del Discípulo Amado. Fue como mudar, por momentos, la tradición vallisoletana por la andaluza: cirios en la cintura en vez de hachones o faroles, paso a costal por el interior y las conocidas en aquel territorio como ‘levantás’ (el equilibrado trabajo de levantar un paso) o ‘chicotás’ (trayecto entre una parada y otra), que también tuvieron su momento en la noche del lunes.


Ante los hechos acaecidos, este año queda más abierto más si cabe el debate para no alterar lo nuestro, lo heredado y lo transmitido. Un debate que está en la calle, en el seno de las cofradías y, como no, en las redes sociales. Sin duda, una controversia que parece de otro tiempo pero no, regresa a la capital vallisoletana en pleno siglo XXI ante le llegada de corrientes que pudieran desvirtuar lo propio y con el único objetivo de mantener o recuperar lo nuestro: casi un halo de mutismo roto por las carracas y matracas del orden de la propia procesión, de comentarios casi con señas, del ruido de las cruces arrastradas y sin que falte el olor a incienso y a cera.


Se incrementan, por tanto, las peticiones de respeto por la tradición más arraigada de la ciudad. ¡Silencio!, sale la procesión.