Pueblos en ruinas

R. Gris
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Pueblos del norte de Medina de Rioseco ven como sus casas se derrumban de forma irremediable por el efecto de la despoblación. Algunos casi tienen más viviendas en el suelo que de pie. Los alcaldes se resignan ante la pérdida de vecinos

Pueblos en ruinas - Foto: Jonathan Tajes

Desolación y rabia. Estos son los sentimientos que puede sentir cualquier personas mientras camina por sus calles y piensa en el futuro inmediato de muchos pueblos de Tierra de Campos. Han perdido el ruido, la cotidianidad y la vida poco a poco, año a año, con la desaparecer de sus gentes. La situación parece no tener remedio le pese a quién le pese. Son muchos años de dimes, de medidas, de políticas que no han sido capaces de solventar nada y, a estas alturas, todo parece indicar que solo hay una salida, el fin. 

Se trata de esos pueblos de Tierra de Campos, de Medina de Rioseco hacia el norte hasta Mayorga. Ya casi no restan vecinos. Los últimos lustros han venido marcados por los viajes que los vecinos emprendieron hacia las cabeceras de comarca o hacia la gran ciudad en busca de mejores oportunidades en la vida. Las casas se fueron cerrando, los candados permanecen echados y el deterioro se ha hecho dueño y señor de calles y plazas. 

Al problema de la ausencia de habitantes se ha ido sumando la negrura del urbanismo. Muchos de ellos mantienen calles en barro, sin asfaltar que, unidas a la caída de los cimientos, dejan imágenes de desconsuelo tanto para los pocos vecinos que aún habitan estas localidades como para los visitantes que llegan cada vez más de vez en cuando. 

Los alcaldes lo tienen asumido. No todos viven en el pueblo, sino que van y vienen de otros lugares. Pero todos se resignan ante la adversidad. Saben que la falta de trabajo ha convertido sus lugares de nacimiento en sombras de lo que eran en su momento y no ven solución más allá de dejar que el tiempo pase. Lo explican de forma simple mientras miran a su alrededor y buscan la casa donde vivía fulanito o menganito que hoy ya son solo ruinas. Escombros llenos de recuerdos. 

Es el efecto de la despoblación. Son muchos los pueblos que tienen multitud de casas abandonadas por sus dueños que se han derrumbado con el paso de los años. Se podría decir casi sin miedo a equivocarse que cuentan con menos viviendas habitadas durante todo el año que aquellas que ya son un amalgama de adobe, madera y tejas en el suelo. Uno no se puede hacer una imagen real de estos pueblos hasta que no pisa sus casas.

«Yo viví aquí hace 40 años y mira ahora está para tirar», relata con cierta pena un exvecino de Tamariz de Campos. «Ahora estoy en Medina de Rioseco». Apenas 30 habitantes residen en este pueblo cercano a la Villa de los Almirantes, donde ya casi nunca se ve a nadie en las calles. A los pocos metros de cruzar el puente sobre el río Sequillo e introducirse en la primera calle del municipio uno se da de bruces contra la primera casa en el suelo. Es una de tantas. Calles enteras donde el adobe es cosa del pasado y permanece más en el suelo que en las paredes. 

Vigas al aire que ya no son capaces de soportar las tejas. Puertas que ya no existen, muros caídos, calles llenas de barro y ningún vecino fuera de sus casas. Hasta la iglesia de San Juan se ha convertido en una torre en ruinas donde únicamente se salva la preciosa portada renacentista. Las pocos piedras que aún permanecen en pie están amenazadas por las profundas grietas que bordean lo que queda del templo. Nadie sabe cuánto durará. 

Pero Tamariz es uno más. Uno de muchos. El regidor de Villabaruz de Campos, Domicio Rico Santamaría, afirma que en su pueblo «hay muchas también» y que no ve una solución de futuro. «El más joven aquí soy yo y tengo 60 años». Al pasar por su calles se observan zonas enteras en el suelo. No una ni dos, sino que partes enteras han ‘desaparecido’. Ya no están o simplemente sus restos se encuentran en el suelo. La calle de la Cuesta es un reflejo de la despoblación, ya que toda la calle está en ruinas. Construidas todas las casas en adobe, sus propietarios decidieron abandonarlas hace mucho tiempo y ahora ya son irrecuperables. 

Tan solo a cinco kilómetros se sitúa Gatón de Campos. Justo cruzando la calle del Ayuntamiento un corro de media docena de viviendas está en el suelo. Un vecino relata que intentó comprar una de ellas hace 14 años, pero que los dueños se negaron a venderla. «Ya sabéis. ¡Estamos en Castilla y antes hundido que vendido!», lamenta. El hueco del solar donde antes había casas es enorme justo en el centro del pueblo. «Ahora mismo creo que estamos nueve vecinos», comenta el vecino mientras matiza que al menos algunas casas se han rehabilitado por sus propietarios para pasar algunos días en verano. 

en mejor estado. En la zona de Tierra de Campos la tendencia es que cada vez mayor número de viviendas acaban cayendo. Por eso, la Diputación puso en marcha el denominado Plan de Ruinas, gracias al cual la institución provincial ha concluido 149 expedientes desde que en 2014 se inició el primero por una casa en ruinas. 

En el último balance, realizado en octubre de este año se puso de manifiesto que En este tiempo, se han recibido 417 solicitudes de actuación. De las 389 que tienen la documentación correcta, a lo largo de estos casi cinco años se ha dado curso a 269 solicitudes. Se han declarado en ruina 68 inmuebles y en otras 81 fincas han recaído distintas órdenes de ejecución. 

Esta claro que aún restan muchas viviendas en unas condiciones lamentables pendientes de derribar. La principal dificultad con la que se encuentran los ayuntamientos muchas veces es localizar a los propietarios de las casas y asumir el coste de las máquinas para proceder al derribo. 

Algunos municipios de la zona se encuentran en mejores condiciones que Gatón, Tamariz o Villabaruz. Son los casos de Villafrades, Cuenca y Ceinos. Evidentemente, tienen alguna casa en un estado ruinoso, pero la mayor parte del casco urbano se mantiene sin desperfectos llamativos. Por el contrario, en estos tres últimos casos existen muchas naves, tanto agrícolas como ganaderas, en estado de abandono y deterioro urbanístico. Están ubicadas a las afueras de los cascos urbanos y la imagen que trasmiten es claramente mejorable. 

En el caso de Cuenca de Campos llama la atención el caso del Convento de San Bernardino, que está en unas condiciones muy mejorables. Es un edificio de imponentes dimensiones y alguna de sus partes interiores ya está en el suelo. Afortunadamente, se están llevando a cabo trabajo en el tejado para evitar las filtraciones en el interior. 

Berrueces es otro de esos ejemplos de pueblo con calles enteras en ruinas. Edificios que reflejan el esplendor del pasado, pero que ahora incluso muestran puertas tapiadas con ladrillos que apenas se mantienen en pie. En esta localidad se puede ver incluso un ejemplo del la decadencia poblacional de la zona, ya que existen dos palomares tradicionales de la zona que también muestran serias dificultades para mantenerse en pie. Se está perdiendo hasta lo más tradicional.