La cita de ayer entre la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, tenía, inicialmente, el objetivo de consensuar sus planes de reforma para la Unión Europea, basados en dotar a la eurozona de mecanismos «eficientes y soberanos» y preparar un discurso común de cara a la cumbre de UE de la semana que viene en el que defender la implantación de un presupuesto comunitario y crear un fondo para afrontar futuros problemas de liquidez.

Ambos consensuaron esos aspectos, pero, inevitablemente, la crisis migratoria que en estos momentos vive el Viejo Continente marcó el encuentro, tras el que los dos dirigentes insistieron en el objetivo de armonizar una nueva política en este ámbito, ahora que Europa está «ante la hora de la verdad», según alegó Macron, antes de que se sumara a la reunión el presidente del Consejo Europeo, Jean-Claude Juncker.

Dar respuestas «consensuadas» para «reducir la inmigración ilegal sin negar el derecho de residencia», según Merkel, es uno de los grandes desafíos del bloque, de modo que las propuestas de Berlín y París pasan por reforzar las fronteras exteriores, actuar en los países de origen y tránsito y reformar la política de asilo.

«Entendemos que estamos ante un desafío común y nuestro objetivo sigue siendo dar una respuesta europea», manifestó la conservadora. «Creemos en una respuesta europea a estos retos ante los que nos ha puesto la migración», ratificó su invitado.