Un guiño a sus dos hijos

M.B
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El presidente del Recoletas Atlético Valladolid, Mario Arranz, protagonista de la sección 'Un paseo sentimental por Valladolid'

Un guiño a sus dos hijos

Colegio San Viator (paseo de Juan Carlos I, 12). En este centro escolar estuvo Mario Arranz ocho años -«todos los de la Educación General Básica (EGB)»-, corrobora- y en él comenzó a jugar al balonmano: «Empecé casi por casualidad. Ya que allí se hizo un equipo de balonmano, que desapareció al año siguiente. Como yo quería seguir haciendo deporte y prácticamente solo había balonmano, pues a él me apunté». Sus inicios fueron como primera línea. Y fueron de la mano de uno de los maestros en el mundo del balonmano local, Alberto Muñiz.

Colegio La Enseñanza (calle de Juan Mambrilla, 17). Junto a San Viator otra de las escuelas de balonmano de Valladolid es La Enseñanza. Y allá se fue el hoy presidente del Recoletas Atlético Valladolid tras su primer contacto con el balonmano: «Cuando Alberto Muñiz se fue a Vitoria hubo dudas de si el balonmano seguiría en San Viator. Y entonces nos llamó a unos cuantos Carlos Colmenero y nos fuimos para La Enseñanza». Aunque no estudiaba allí, los recuerdos se agolpan en su etapa de cadete y juvenil, que es cuando jugó allí. En ese equipo coincidió con el que hoy es el capitán del primer equipo del Atlético, Diego Camino.

Centro Cultural Vallisoletano (calle Arzobispo García Goldaraz, 10). Aunque siguió jugando al balonmano, sus estudios le llevaron a hacer tercero de BUP y COUa este centro, del que mantiene muchas amistades. Una de ellas es hoy uno de sus ayudantes en el club, Jaime Maldonado. 

Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación (Campus Miguel Delibes). Arranz recuerda que ya en su etapa universitaria, el primer año la facultad estaba ubicada en la planta baja de Maternidad y que, a partir del segundo, se trasladó al hoy Campus Miguel Delibes: «Fuimos de los primeros en llegar, junto a los informáticos y los de electricidad. Por entonces solo había una campa». Allí estudio hasta que salió como ingeniero y, aunque reconoce que iba menos de lo que debería a clase, es uno de los sitios que mejores recuerdos le traen.

Café y Copas El Habitual. Se ubicaba en la calle Gregorio Fernández, cerca del colegio Lourdes y de la zona de copas conocida como ‘El Cuadro’. Allí trabajó varios años, los primeros compaginando con sus estudios universitarios. Por entonces, El Cuadro ya estaba bajando de éxito, pero aquel bar lograba atraer a mucha gente de Valladolid. «Fui mi primer trabajo remunerado y había mucho movimiento. Empecé de camareros por las tardes y luego también hice noches. Ves un mundo diferente, el de la noche, y haces amistades de otros ámbitos», señala. 

Plaza Martí y Monsó. «O la de Coca», apunta. Además de ser una de las zonas que frecuentaba por la noche a tomar algo con los amigos, es donde habitualmente quedaba con su novia por entonces, mujer ahora, Diana: «Aunque ya nos conocíamos, allí es donde se puede decir que empezamos la relación». Recuerda que por entonces todas las zonas de fiesta de la ciudad estaban llenas: Antigua, Paraíso, San Miguel, Coca...

Polígono San Cristóbal. Uno de sus lugares de trabajo. Allí estuvo a cuenta ajena y allí se ubicó en septiembre de 2014 con su empresa. «Es donde paso el tiempo que me deja libre el balonmano», bromea. Reconoce que ha cambiado mucho, sobre todo de 2008 cuando dejó de trabajar allí a 2014 cuando regresó: «Se notó la bajada de actividad».

Hospital Río Hortega (calle Dulzaina, 2). Lo elige, sobre todo, por tema sentimental y familiar. «Es el lugar donde han nacido mis dos hijos y, por suerte, solo he tenido que ir en estos casos». De hecho, reconoce que no es especialmente bonito pero sí especial para él: «Lo más importante en mi vida son mis hijos y mi mujer, y por eso es un lugar que significa mucho».

Polideportivo Huerta del Rey (calle de Joaquín Velasco Martín, 9). Reconoce que nunca llegó a jugar en él, aunque sí a entrenar, durante la etapa de Manolo Cadenas en el club: «Eligió a un grupo de jugadores infantiles y cadetes para unas sesiones de tecnificación». Ahora lo pisa en cada partido de su club y reconoce que sufre en el palco: «Lo trato de llevar con calma pero se sufre».

Colegio Ave María (Carretera de Rueda, 232). Allí lleva todos los días a sus hijos. «Y los seguirá llevando unos cuantos años más», apunta satisfecho con el ambiente, el profesorado y el desarrollo académico del centro escolar al que le vincula esa parte familiar.