Ciudad en estado de excepción

SPC
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Los antidisturbios tuvieron que echar mano de gases lacrimógenos para hacer retroceder a unos alborotadores preparados para repetir los altercados de la pasada semana

Una ciudad en estado de excepción - Foto: IAN LANGSDON

Calles vacías, comercios y cafés cerrados, líneas de metro y de autobuses interrumpidas, numerosas intervenciones policiales con medios excepcionales -incluidos blindados-, carreras y persecuciones, mobiliario urbano destrozado, barricadas, disturbios, enfrentamientos, fuego, decenas de heridos y cientos de detenciones que han limitado la magnitud de unos disturbios que se temían muy violentos en París. Esa fue la estampa en gran parte del centro de la capital gala en el cuarto sábado consecutivo de manifestaciones de los chalecos amarillos, cuyas protestas han derivado en la mayor crisis del mandato del presidente, Emmanuel Macron.

Mientras los puntos de mayor fricción fueron los barrios de los Campos Elíseos parisinos y de los Grandes Bulevares, que concentran algunas de las zonas más comerciales y turísticas de la ciudad, en todo el centro de la urbe era palpable el nerviosismo.

La avenida de los Campos Elíseos fue el principal punto de concentración de los manifestantes y también donde más presentes se hicieron las Fuerzas del Orden, que no dudaron en intervenir ante el menor incidente con cargas y gases lacrimógenos. Los altercados de mayor magnitud, sin embargo, tuvieron lugar en los Grandes Bulevares, donde grupos de manifestantes formaron barricadas con jardineras, contenedores y mobiliario urbano y les prendieron fuego.

Los antidisturbios echaron mano de gases lacrimógenos, apoyados por vehículos con mangueras que lanzaban agua a presión para hacer retroceder a los alborotadores. En la retaguardia, varios blindados para arrastrar y traspasar las barricadas.

Numerosos manifestantes iban equipados con cascos y máscaras antigás, lo que hace pensar que estaban preparados para altercados como los de la semana pasada.

Otra de las estrategias de las Fuerzas del Orden para impedir que la situación se les fuera de las manos fue llevar a cabo detenciones preventivas de cualquier persona que estuviera en posesión de objetos susceptibles de ser utilizados para causar disturbios o con actitudes sospechosas.

La emblemática plaza de la Bastilla, donde estuvo la prisión cuyo asalto por el pueblo de París es el símbolo de la Revolución Francesa de 1789, era otra de las zonas escogidas por los chalecos amarillos, pero allí llegaron pocos.

Philippe, de 70 años, un funcionario jubilado, aseguró que acudió «por solidaridad» y, sobre todo, para censurar a Macron por la supresión del impuesto sobre la fortuna. A su juicio, las concesiones que ha hecho, como la anulación de la subida de los impuestos al carburante, llegan demasiado tarde.

En torno a la plaza de la Bastilla, al igual que en los Campos Elíseos y en los Grandes Bulevares, buena parte de los comercios permanecieron cerrados por precaución. Muchos colocaron tablones de maderas en sus vitrinas para evitar las escenas de pillaje del sábado anterior.

Al igual que en los otros puntos de concentración de este movimiento surgido de forma espontánea e inicialmente contra el incremento de las tasas al combustible, los mensajes contra el presidente francés fueron el denominador común y el grito «Macron dimisión» resonó con insistencia durante las protestas.