Izquierdas contra las urnas

Antonio Pérez Henares
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Sánchez e Iglesias siguen desnortados ante el descalabro andaluz y sin saber que su caída se debe a su cercanía a aquellos que quieren desguazar España

Izquierdas contra las urnas

La izquierda y la extrema izquierda siguen, y ha pasado una semana, tan estupefactas y desnortadas, que su reacción ante el descalabro no ha podido ser ni más reveladora de sus vergüenzas ni más nefasta para sus propios intereses. Un Ábalos funerario, con un Sánchez acovachado y cobarde, ofrecía como respuesta el crear un frente «constitucional» para salvar el poder en Andalucía que era el más patético y cínico de los argumentos. Porque si alguien ha pactado y se mantiene en el poder es precisamente aliado con quienes quieren desguazar España y reventar la Carta Magna. Unos, los podemitas, que la insultan apodándola Régimen del 78, para marcarla como facha y otros, los separatistas, que la violan todos los días dos veces. Ambos, por cierto, hermanados en el fin de expropiar a los ciudadanos españoles la soberanía en todo el territorio nacional y haciéndola pedacitos. Es precisamente esta una obviedad y una de las causas esenciales del descalabro. El remate de la ministra de Justicia, la amiga de Villarejo y la entregada discípula de Garzón, Lola Delgado, proclamando como ejemplos constitucionales a Bildu, ERC, PdCAT y Podemos supuso echar el resto en el disparate.

La respuesta de Pablo Iglesias fue aún peor. Se concretó en un cabreo furioso y en un ataque contra el principio esencial de la democracia, el voto, libre, en urna. No lo aceptaban, clamaban contra el. Porque habían perdido. Porque el pueblo resultaba que no le había dado la gana votarlos y lejos de sumar habían restado y perdido 300.000 votantes. Vamos que a él y a su troupe se les ha visto de tal manera el plumero que no pudieron elegir mejor manera de desprestigiarse.

Las manifestaciones al día siguiente fueron la mejor prueba. No les valía el voto y elegían el poder de la calle. El próximo paso, si siguen por ahí, será romper las urnas supongo. ¿Y a qué y a quiénes suena eso? Esos comportamientos totalitarios, fascistas que dicen o estalinistas que son lo que son ellos mismos. 

En suma, los que coaccionan, amenazan, impiden la libertad de expresión y, ya puestos, el voto se llaman antifascistas cuando nadie mejor que sus hechos los definen. Las marchas preñadas de rabia, consignas violentas y cargadas de odio desnudan su discurso y sus propias mentiras. Pero ya se riza el colmo de la estupidez cuando en algunas manifestaciones enarbolaban alguna bandera separatista catalana, ¡en Sevilla! o cuando un paisaje sociológico compuesto esencialmente por jovenzuelos que no le han dado palo alguno al agua, gritaba enfebrecido: Esta es la lucha de la clase obrera.