Una conductora requirió a gritos a una patrulla de la Guardia Civil porque su hija no respiraba. Uno de los agentes, tras examinar al bebé y comprobar que mostraba un tono sonrojado, con la mirada perdida y los brazos caídos, lo colocó boca abajo sobre su antebrazo y tras darle unos golpes en la espalda, logró que vomitara la flema que le obstruía los conductos respiratorios.